Los límites entre la víctima y el victimario se difuminan en The Housemaid, el nuevo thriller psicológico protagonizado por Sydney Sweeney y Amanda Seyfried, que aborda la violencia doméstica desde una perspectiva poco convencional y cargada de ambigüedad moral. La cinta, dirigida por Paul Feig, llega este viernes a las salas de cine.
La historia sigue a Millie Calloway (Sweeney), una joven con serios problemas económicos que acepta un empleo como trabajadora doméstica interna en la imponente y misteriosa casa de la familia Winchester. Sin más pertenencias que una mochila con ropa y un automóvil viejo, Millie se instala en una habitación aislada, sin ventilación ni llave, un detalle que desde el inicio siembra una inquietante sensación de desconfianza.
Nina Winchester (Seyfried), la mujer que la contrata, aparenta una vida perfecta, pero pronto revela una personalidad marcada por la inestabilidad emocional, los celos y la ira. “Lo fascinante y divertido de estos personajes es que parecen completos por fuera, pero al ir quitando capas descubres algo completamente diferente”, explicó Sweeney en entrevista con EFE.
Basada en el libro homónimo de Freida McFadden, The Housemaid se inscribe en el género del thriller psicológico, con elementos de comedia negra y tensiones románticas. La historia también cuenta con la participación de Brandon Sklenar como Andrew Winchester, el esposo aparentemente ideal, cuya presencia resulta ambigua y seductora dentro de la dinámica de control que atraviesa la trama.
La relación entre Millie y Nina se construye sobre un juego de poder cambiante, donde la manipulación y la violencia no se limitan al ámbito conyugal, sino que se extienden hacia la trabajadora, atrapada en una estructura de dominación que la rebasa. A lo largo del filme, ambas mujeres intercambian los roles de víctima y victimaria, sorprendiendo al espectador con constantes giros narrativos.
Para Amanda Seyfried, interpretar a Nina implicó explorar un amplio espectro emocional. La actriz reconoció que la venganza es el motor central de su personaje, no como un arrebato momentáneo, sino como un impulso profundo. “Fue muy catártico perder la cabeza”, señaló, al describir una actuación que oscila entre el descontrol y la fragilidad.
Sweeney, por su parte, destacó el desafío de reaccionar ante la progresiva locura de su compañera en escena. “Era realmente genial verla profundizar cada vez más en la locura, y yo no podía reírme”, confesó, al señalar que mantener la compostura durante el rodaje fue una de las partes más difíciles.
La cinta también se distancia de los clichés habituales sobre las relaciones femeninas, evitando simplificar los vínculos entre amistad y rivalidad, y mostrando cómo el abuso puede manifestarse de formas complejas y poco evidentes. “No se trata de venganza, sino de supervivencia”, resumió Sweeney.
Con un desenlace lleno de sorpresas y la posibilidad abierta de una secuela, The Housemaid propone una reflexión incómoda sobre el poder, la violencia y las apariencias, consolidándose como una de las apuestas más provocadoras del thriller psicológico reciente.
GR










