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Golpe de 15 mmdp
Poder Judicial
Mariana Rodríguez Cantú, esposa del gobernador de Nuevo León, Samuel García, apareció hace unos días en un acto oficial con su bebita de pocos meses acomodada en un cangurero contra su pecho. La escena parecía sencilla: una madre que carga a su hija mientras está en un evento público. Pero el peso simbólico fue inmediato, tanto como su viralización. En medio de la rigidez de la política, donde los infantes suelen estar ausentes o relegados a las fotografías de campañas y comunicados oficiales, la imagen fue una anormalidad y trajo un debate: maternar en un país que rara vez reconoce la vida de las mujeres, incluso más allá de los estereotipos.
Pero también debería llevarnos a reflexionar desde una perspectiva mucho más general sobre cómo se es madre aquí.
Si bien Mariana, al mostrar a su bebé en un acto público oficial, visibiliza la maternidad como parte integral de la vida de las mujeres trabajadoras, esta narrativa debe analizarse con una perspectiva de clase y privilegio. Ella pertenece a un segmento social con recursos económicos y acceso a apoyos que muchas, la enorme mayoría de mujeres en México, no tienen.
Llevar a un bebé al trabajo, contar con ayuda para conciliar las esferas personal y laboral, y mantener este modelo más allá de una emergencia o un par de días al año, no es una posibilidad real para buena parte de la población femenina mexicana que enfrenta desigualdades estructurales.
En este sentido, aunque su gesto puede inspirar, también trae la discusión sobre las limitaciones y exclusiones que viven las madres trabajadoras en contextos menos favorecidos.
El reconocimiento de la maternidad visible no debe caer en la trampa de celebrar solo las expresiones individuales de privilegio, sino en impulsar cambios en políticas públicas, servicios de apoyo a la parentalidad y entornos laborales más flexibles e inclusivos.
No todo debe recaer en la voluntad o capacidad individual de las mujeres, o en la apertura de sus empleadores o los entornos de trabajo. Por ello, la imagen de Mariana debe entenderse, en todo caso, como una llamada de atención para exigir que la maternidad deje de ser un impedimento y se convierta en un derecho garantizado para todas, sin importar clase social ni posición.
La maternidad que hizo viral Mariana Rodríguez con su bebita en el pecho tiene un significado político y social, pero tampoco hay que perder de vista que ella tiene un extraordinario manejo de sus redes sociales, y que eso además implica otros significados de uso de su imagen y la de su hija para lograr un objetivo que solo ella conoce.
La maternidad visible inspira, sí, pero también desnuda la desigualdad. No basta con celebrar la valentía individual de quien carga a su bebé en público; hacen falta guarderías accesibles, políticas laborales que reconozcan el derecho a cuidar, servicios de salud dignos. De lo contrario, la escena se reduce a un privilegio de clase presentado como ejemplo universal.
Ver a Mariana con su bebé puede ser un inicio: la posibilidad de imaginar un país donde maternar no sea obstáculo. Pero la verdadera medida no está en los gestos únicos, sino en la capacidad colectiva de construir espacios donde todas las maternidades, sin importar la clase social, tengan un lugar legítimo y protegido.
Sin esconderse.
X: @perlavelasco
jl/I