INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

El espejismo del progreso

El primer informe de gobierno de Claudia Sheinbaum fue presentado como la confirmación de un proyecto en marcha: continuidad del obradorismo, expansión de derechos sociales y estabilidad económica. Sin embargo, bajo el brillo del optimismo oficial se asoma un país que sigue atrapado entre la inseguridad persistente, la fragilidad de sus derechos humanos y una economía que, aunque estable, sigue anclada en la desigualdad estructural.

En materia de seguridad, el gobierno presume una reducción de homicidios dolosos y secuestros, pero el discurso se sostiene sobre un terreno movedizo. La disminución porcentual depende del punto de comparación y no logra traducirse en una percepción real de mejora: siete de cada 10 mexicanos aún se sienten inseguros. La estrategia de seguridad continúa subordinada a la presencia militar, heredera directa del modelo que prometía revertir. Mientras tanto, las policías civiles siguen debilitadas, y la violencia cotidiana –extorsión, desapariciones, control territorial, feminicidios– se mantiene como una sombra sobre amplias regiones del país.

El panorama de derechos humanos no resulta más alentador. El informe dedica apenas un lugar retórico al drama de los desaparecidos, cuya cifra rebasa los 133 mil casos. Se habla de “avances en búsqueda e identificación”, pero sin un reconocimiento pleno de la crisis institucional ni del abandono de las comisiones locales. En el tema de los feminicidios, la retórica oficial se reduce a cifras parciales y programas de prevención, mientras las mujeres siguen enfrentando impunidad y revictimización. A esto se suma el silenciamiento de organismos autónomos y la marginación de la sociedad civil en la definición de políticas públicas: la voz crítica es percibida más como un obstáculo que como un contrapeso.

En el terreno económico, el informe presume estabilidad: inflación contenida, peso fuerte y bajo desempleo. Son datos ciertos, pero insuficientes. El crecimiento se sostiene en una base frágil, dependiente del consumo interno y del flujo de remesas. La inversión pública privilegia megaproyectos de rentabilidad política –no siempre económica ni ambiental–, mientras la inversión privada mantiene reservas ante un entorno de incertidumbre regulatoria. La promesa de transición energética se diluye frente a la defensa de un modelo fósil y centralizado. No hay, hasta ahora, una estrategia coherente para redistribuir riqueza ni para incorporar innovación y productividad sostenibles.

El tono del informe –triunfalista y autocomplaciente– confirma la tendencia de este sexenio a construir una prédica antes que una evaluación. No hay autocrítica ni apertura al escrutinio externo. La retórica de los logros reemplaza la obligación de rendir cuentas.

Si algo define este primer informe es la tensión entre los datos y la realidad. México no se derrumba, pero tampoco avanza al ritmo que se proclama. En materia de seguridad, derechos humanos y economía, la administración de Sheinbaum enfrenta el riesgo de convertirse en una prolongación discursiva del pasado: más continuidad que transformación, más narrativa que resultado. La ciudadanía, mientras tanto, observa el desfile de cifras con la paciencia desgastada de quien ya no escucha promesas, sino exige pruebas. Muchas de las afirmaciones requieren ser contrastadas y evaluadas con indicadores independientes.

X: @Ismaelortizbarb

jl/I