Pocas veces en las noticias un libro resulta un suceso, pero en marzo de este año, ocurrió así. El caso fue el último libro del escritor español Luisgé Martín. Su libro ‘El Odio’ causó repulsión, batallas culturales en redes sociales por el derecho a la expresión y reflexiones colectivas sobre el valor de la literatura frente a la tragedia y quién tiene derecho –responsabilidad- a contarla.
En las librerías de Barcelona el día de su lanzamiento lectores y libreros se disputaban la existencia de ejemplares del libro a la venta el miércoles 26 de marzo bajo el sello de la Editorial Anagrama, que también publica sus títulos en México. No hubo ninguno vendido ese día, ni los meses posteriores porque fue retirado de la venta. ‘El Odio’, largamente anunciado y esperado por los lectores, toca un tema que podríamos calificar como controversial. Espinoso. Es la historia de un hombre que asesinó a sus dos hijos de dos y seis años para vengarse de su ex esposa por haberle pedido el divorcio.
Un personaje así en la ficción se sumaría a una larga lista de historias en la literatura, el cine y la televisión, personajes oscuros, tristes, interesantes. Pero el caso es real. José Bretón fue condenado en 2013 a 40 años de cárcel. Confesó su crimen por primera vez en 2011 después de un mes en que los infantes estuvieron desaparecidos y eran buscados por desaparición.
Fue un juicio muy público que miles de españoles siguieron.
Somos morbosos, eso habría que decirlo más. Queremos mirar la herida nosotros mismos, comprobar que lo grotesco es cierto y está cerca de nosotros, de nuestras pequeñas vidas ascéticas, sedentarias. Queremos saber detalles, curiosidades. Qué hizo el asesino horas antes de cambiar para siempre la vida de sus víctimas, la suya propia. Por qué confesó.
Queremos saber el minuto a minuto en que José Bretón, según las pruebas judiciales presentadas por la fiscalía española ante el juzgado, armó todo un plan. Llevó por la mañana a sus hijos a casa de su madre y había hecho planes por la tarde con sus hermanos para llevarlos a un parque. Pero en ese trayecto, sabiendo que nadie lo supervisaba, drogó a los niños con calmantes y fue a su parcela, encendió una fogata y los echó a quemarse durante varios minutos hasta que estuvo seguro de que no dejaría huella. Luego fue a la cita con sus hermanos y fingió haber perdido a los niños. Los reportó como desaparecidos. La policía fue sospechando de su culpabilidad poco a poco y luego, como prueba incuestionable, encontró los restos de los niños en las huellas de la pira.
Una semana antes del lanzamiento oficial del libro, Ruth Ortiz, la madre de los niños, solicitó de manera legal la paralización de la publicación por intromisión ilegítima del derecho al honor, la intimidad y la propia imagen de los menores fallecidos. A pesar de sus argumentos, un juzgado español decidió que no había fundamentos legales para impedir que Luisgé contara su visión de los hechos.
Aunque no fueran mandados a hacerlo, los directivos del sello Anagrama lo hicieron por “respeto absoluto” a la víctima, según anunció en un comunicado el día del programado lanzamiento.
En su momento, el autor del libro dijo que ‘El odio’ no da voz a José Bretón, como temía Ruth Ortiz, sino que se la quitaba, contrastaba los hechos con sus declaraciones al estilo de Emmanuel Carrere y Truman Capote. (¿Es su derecho como creador decidir qué se dice y qué escucha el otro?).
El hecho es que ahora mismo el libro no se puede leer para saber si esto es cierto, si es verdad que el autor desmenuzó la mente del asesino, si encontró los recursos ideales para venerar el recuerdo de dos criaturas inocentes y la dignidad de una mujer a la que José Bretón culpó de todo por haberlo dejado. Si encontró el autor que José estaba enfermo de la enfermedad del siglo, el resentimiento machista, si encontró que lo ocurrido en realidad era culpa de todos y de todas, si es verdad que un cambio social es necesario o si esto seguirá ocurriendo.
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