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El Huachicol
Porque nos la quitaron
El título corresponde a la frase utilizada por la señora Hilda Leguideño, mamá de José Antonio Tizapa, uno de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, desaparecidos en Iguala por el Estado mexicano desde septiembre de 2014.
Ella se refirió de esa manera a las madres y padres de los normalistas que, como ella, no han abandonado, ni abandonarán, la lucha por encontrar a sus hijos y para que se haga justicia. Después de aquel septiembre, llevan 10 años de noches negras y días tristes. Después de las “mentiras históricas” del gobierno peñista y de las promesas incumplidas de AMLO, ellas y ellos, no cejan y neciamente cada 26 de cada mes, durante 10 años, no han faltado a su cita en el Zócalo de la Ciudad de México para seguir exigiendo al gobierno justicia e información fidedigna.
En ese largo camino han sido objeto de múltiples provocaciones como agresiones físicas, ninguneos, agravios, injerencias y divisiones. Han superado intentos de compra y cooptación. Todo ha topado con un muro de dignidad. Igual que otros familiares de desaparecidos, varias de ellas y ellos, sin volver a ver a sus hijos. Paralelamente, sus asesores jurídicos han sido descalificados y ofendidos por el poder. De manera activa y crítica, esperan que Claudia actué diferente. Al tiempo.
Los necios de siempre. Afortunadamente, en todos los tiempos los ha habido y, por ello, con el permiso de doña Hilda, quisiera ampliar su palabra para de esa manera referirme a otros necios como los estudiantes del 68, las y los jóvenes de las guerrillas rurales y urbanas, de los movimientos sociales, quienes acompañamos al neocardenismo y terminamos fraudeados por los salinistas.
Los que tempranamente nos desilusionamos del PRD. Los esperanzados nuevamente por el EZLN. Los horrorizados por la guerra del narco contra las mujeres y hombres y por la inacción y complicidad del Estado. Los testigos y víctimas de la guerra desde las décadas de los setenta y ochenta del siglo pasado y, como nunca la imaginamos, terriblemente recrudecida en los tiempos de la “democracia” representativa liberal.
Los necios de siempre son también aquellos que nunca aspiraron y rechazaron toda propuesta para ocupar algún puesto público; los que siguen descreídos en los partidos políticos, en los procesos electorales y en los gobiernos, así se autodefinan progresistas dentro del sistema. Los que solo aspiran a vivir dignamente y que siguen teniendo como horizonte solo el deber cumplido.
Son los que ya solo confían en sus propias fuerzas y en la gente de abajo. Los que desde 1994, desde las urbes, voltearon a ver a los pueblos originarios y empezaron a descubrir las comunalidades culturales que producen autonomías que por siglos éstos han practicado logrando sobrevivir y resistir al capitalismo colonialista.
Los que, vigilando sus territorios, defendiendo los bienes naturales comunes, aprenden que seguir el camino de las culturas ancestrales en su versión actual es una mejor opción contra el colapso climático y la guerra informal.
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GR