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Del alineamiento en el nuevo régimen

Las imágenes del 1 de septiembre dejan una interesante pista respecto del cambio de régimen. Esto es, las fotografías del primer informe de la presidenta Claudia Sheinbaum y, por otra parte, de la inauguración de actividades del nuevo Poder Judicial, escenificado por el inicio de la nueva Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), ese mismo día, horas más tarde.

Desde la época de las transiciones electorales no se había presenciado que en los actos republicanos hubiera ausencia, involuntaria o expresa, de las diferentes fuerzas políticas del país. Ahora se trató de eventos con una sola marca política, el Poder Legislativo, solamente con la presencia de la fuerza gobernante y, lo mismo, con los representantes de la SCJN quienes, sin prurito alguno, se declaran fieles practicantes de la ideología de la fuerza política en el poder. Se trató de un evento de gran espectacularidad y buen diseño de producción, que tuvo como objetivo apuntalar un elemento importante, la popularidad de la presidenta que está en niveles superiores a 70 por ciento, circunstancia que daba oportunidad para establecer, como en las mejores épocas de Echeverría o López Portillo, una fiesta de partido sin contrapeso alguno.

Las cifras de mejoramiento y de importante aliento no han tenido que pasar por ningún tamiz oficial de análisis, con la eliminación de los organismos autónomos, desaparición, por cierto, celebrada en el informe, dejan en la opacidad los actos de gobierno sin posibilidades de evaluaciones claras o de rendición de cuentas. De forma que, frente a los datos presentados, no hay, oficialmente, ninguna forma de contraste.

Por otra parte, el último momento de aparición de las oposiciones en nuestro país se vieron enfrascadas en forcejeos y manotazos en el Senado de la República. La relevancia que tiene la construcción de un proyecto de país, de una agenda nacional, no se aprecia en las acciones de los partidos de oposición, circunstancia que hace ver que, con espectáculos de enfrentamientos en las cámaras, no se genera una oferta a la ciudadanía que permita considerar opciones diferentes de crecimiento y desarrollo. La llamada partidocracia hace poderoso acto de presencia porque la separación de los partidos de oposición con las bases electorales se ha adelgazado y no quedan elementos para que el ciudadano encuentre claridad y perspectiva en la oferta política de las oposiciones.

El partido en el poder mantiene el control funcional de la estructura de gobierno y, además, se ha generado una narrativa consecuente con las líneas centrales de sus políticas de administración pública. Con narrativa y algunas medidas de control gubernamental quedan sustentados los preceptos con los que avanzan en su concentración de poder. Elementos de contraste los ha producido la compleja relación con los Estados Unidos que, en una línea de presión política en materia arancelaria, comercial y de seguridad, ha hecho que se reorienten varios temas. Sin embargo, en ese caso, se trata de los intereses particulares norteamericanos y, en consecuencia, la dirección de varias políticas se reestructura en esa línea.

La importancia de la construcción de opciones para la ciudadanía es más que relevante, en términos de poder decidir qué es lo que se desea para el desarrollo del país.

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