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Berenice Andrade reimagina el terror del sureste mexicano

(Foto: Agencia EFE)

La escritora mexicana Berenice Andrade convierte el sureste del país en escenario de un infierno contemporáneo poblado de espectros y crisis de ansiedad en su primera novela Nadie recuerda su propia muerte, obra con la que ganó el Premio Mauricio Achar 2024 de Random House.

Inspirada en la tradición de Dante Alighieri, pero desde una mirada marcada por el pensamiento mágico rural y la psiquiatría moderna, Andrade propone un universo donde conviven brujerías, curanderos y hueseros con los síntomas de trastornos mentales. La protagonista, Gregoria, se debate entre la herencia cultural de su comunidad en el Istmo de Tehuantepec y la incapacidad de la ciencia para explicar lo que siente.

“Quise escribir sobre una mujer con un chingo de ansiedad que cree que le hicieron brujería”, explica Andrade en entrevista con EFE, aludiendo a cómo en las comunidades rurales mexicanas la medicina tradicional y la ciencia se entrelazan para tratar el dolor.

La autora, periodista de 42 años, dedicó siete años a la investigación: consultó literatura especializada, entrevistó a psiquiatras y escuchó relatos de su abuelo sobre espantos del Istmo. Esa mezcla de saberes le permitió explorar lo que describe como el verdadero infierno: vivir atrapado en una crisis de ansiedad o pánico sin posibilidad de escapar.

Influida por la narrativa de Fernanda Melchor en Temporada de huracanes, Andrade reconoce que su escritura busca una libertad sin concesiones. “Cuando leí a Melchor me di cuenta de que la escritura no pide permiso para nada”, afirma.

Además de visibilizar los trastornos mentales desde una perspectiva íntima y literaria, Andrade apunta a un debate más amplio: la universalización de los temas escritos por mujeres. “En la historia de la literatura universal a los hombres europeos no les interesaba escribir sobre esto. Tendremos que pasar por el proceso de que nuestros temas se consideren universales”, sostiene.

La autora también confiesa que su “habitación propia”, aquella que Virginia Woolf reclamaba como esencial para que las mujeres escribieran, hoy está “precarizada” por las condiciones de vida: ser madre, tener varios trabajos y robarle horas al sueño para escribir.

Con Nadie recuerda su propia muerte, ilustrada por la artista Lucía Vidales, Andrade propone un nuevo género que define como “espantos del sureste mexicano”, un territorio narrativo donde el horror no solo viene de los fantasmas, sino de la mente.

GR